[ El Reportero / 2 de noviembre del 1985 ]
El Convento de los Dominicos y el Museo de Bellas albergan las exposiciones de Noemí Ruiz y Myrna Báez, respectivamente. la ocasión permite comparar y contrastar la obra de estas dos artistas. Son coetáneas, ambas estudiaron en San Fernando y en la ciudad de Nueva York, Báez en Pratt, Ruiz en la Universidad de Nueva York. Hay otras áreas de convergencia en su producción, pero la que me resulta de mayor interés es la eliminación consciente y sistemática del trazo. En un momento que se caracteriza por la vehemencia y la exaltación de lo expresivo y lo espontáneo, Báez y Ruiz cuidadosamente esconden sus huellas, como dijera Rafael Squirru de Francisco Rodón. Los resultados de este acercamiento son radicalmente distintos
En la exposición anterior de Ruiz en la Liga de Arte, 1981, exhibió una serie de acrílicos de formato mediano en los cuales había eliminado el empleo de las texturas. Ahora las vuelve a utilizar, en collages que ocupan el foco visual de las pinturas. En Isla al viento: tiempo de cosechar lo sembrado los efectos tridimensionales del collage irrumpen la geometría sosegada de la obra. Choca esa área de más color dentro de la armonía de los grises, ocres, marrones y rosados del entorno. Las texturas de Cosmos: presencia en el espacio se salen de ese centro para invadir las otras áreas de nítidas divisiones. Las texturas no se integran bien, los pedazos de tela del collage no parecen surgir del proceso mismo de creación de la obra y parecen añadiduras.
El empleo más ambicioso del collage y las texturas de superficie se da en la Serie de las estaciones, cuatro pinturas a gran formato que constituyen el planteamiento más importante de la exposición. La naturaleza, el paisaje, los procesos de gestación y crecimiento han sido temas que Ruiz ha ido tratando en su obra. El esclarecedor ensayo de Jeannette Miller en el catálogo subraya la continuidad de estos temas. En Abrazo del solsticio de verano y otoño ha concentrado la atención en el área de collage y los esquemas colorísticos resultan demasiado sencillos.
El empleo de color metálico en Otoño no es feliz, mientras que el protuberante pedazo de lienzo impregnado en azul de Verano crea un foco excesivamente dramático que saca la obra de balance. En el díptico Soplo de primavera, de nuevo el collage reclama la atención del espectador, en detrimento del resto de la composición. La obra más lograda de la serie es Invierno, la coloración está más integrada, los hermosos tonos logrados en la forma ovoidal de la parte superior es otro foco que balancea el área de texturas.
En la muestra se incluye de manera prominente una serie de dibujos en los cuales Ruiz explora los temas y las formas de sus pinturas. Los azules y violetas de En vuelo, En el nido y Huella de un ave sugieren la forma de un pájaro. Las líneas de Ente recuerdan las esculturas de Pevsner. La presencia del trazo en los dibujos le da una calidez que no está presente en las pinturas. Entiendo que Ruiz aplica el pigmento con rolos, lo cual le permite unas transparencias en ocasiones muy sutiles y efectivas. Logra también unas líneas nítidas y una calidad etérea (relacioanda con la ausencia del trazo) que pueden ser muy satisfactorias. Pero el precio de esa técnica es una expresión intelectual y un poco fría. El empleo de las texturas, el énfasis en el dibujo podrían entenderse como un intento de infundirle calor a esa expresión. De ser así, estamos ante una obra de transición. La seriedad y calibre profesional de Noemí Ruiz nos asegura que será un cambio hacia lo mejor.
El diseño y montaje de lo exposición, a cargo de Jorge Cancio, es de notar. Dividió el espacio del Convento de los Dominicos en tres áreas claramente definidas y articuladas, logrando romper la impresión de enorme pasillo que tiene esa sala. No me gustó el detalle del óculo con la foto, pero se trata de un diseño excelente. Asimismo el cartel de Rafael Rivera Rosa logra traducir las formas y esquemas de color empleados por la artista al medio de la serigrafía. El catálogo ofrece una cronología muy detallada en la cual se destaca la aportación de Ruiz a la enseñanza del arte, labor importante que merece ser resaltada. El ensayo de Miller esboza la trayectoria artística de Noemí Ruiz, las excelentes reproducciones ayudan a convertir el catálogo en una fuente valiosa, en una aportación al entendimiento y difusión de nuestras artes plásticas. Ojalá que se pueda seguir manteniendo este alto nivel en todas las exposiciones del país.