[ El Reportero /  24 agosto 85 ]

Con motivo de la celebración del Xl Congreso Internacional del Caribe, el Centro de Investigaciones Arqueológicas del Museo de la Universidad de Puerto Rico montó una exposición que conmovió la comunidad de arqueólogos. Al Congreso, que se llevó a cabo en la Universidad el mes pasado, acudieron arqueólogos del Caribe de un buen número de países. Entiendo que fue un verdadero éxito en términos de asistencia y organización, que se presentaron importantes ponencias en español, inglés y francés. Pero lo que estremeció el Congreso fue la exposición de la arqueología de Guayanilla y Vieques en el Museo de la Universidad.

Voy a citar de la introducción del pequeño impreso que acompaña lo exposición, pues creo que las palabras del arqueólogo Luis Chanlatte, centro de esta controversia, son más que elocuentes:

«Los materiales que hoy exponemos …representan el producto de un extenso programa investigativo, desarrollado por el Centro de Investigaciones Arqueológicas…Originalmente el programa estuvo orientado a precisar la ruta antillana de los saladoides o igneris y establecer su distribución en isla de Puerto Rico.

“La extensión del programa del C.I.A. hasta la isla de Vieques, trajo como consecuencia el descubrimiento de una nueva cultura aborigen y la postulación de novedosas teorías y clasificaciones por parte de los arqueólogos del Centro».

Descubrir una nueva cultura para un arqueólogo es equivalente a descubrir un nuevo planeta para un científico. No es de extrañar el revuelo que esta novedosa teoría ha causado entre los arqueólogos. De acuerdo a Chanlatte, los restos materiales de La Hueca en Vieques pertenecen a una cultura diferente a la saladoide o igneri  Ambas culturas provienen de Suramérica, son contemporáneas y coexisten en la isla de Vieques. La Hueca, sede de esta nueva cultura, está próxima a Sorcé, otro importante yacimiento arqueológico en Vieques de la cultura igneri. y si mal no entiendo el esquema de los procesos culturales desarrollado por Chanlatte, es de La Hueca de donde provienen una serie de elementos que los igneris incorporan en varios lugares corno Tecla, Guayanilla; Punta Ostiones, Cabo Rojo, y Duey Bajo, San Germán.

Lo que parece ser la base de esta novedosa teoría es la gran cantidad de adornos corporales, collares y amuletos elaborados en piedras semipreciosas que se encontraron en La Hueca. Además de las tallas en amatista, ópalo, jadeita, cristal de roca y otras piedras, se destacan los adornos corporales en madreperla y madera. No hay duda que el material es sumamente rico. Entre las tallas mostradas; Chanlatte le confiere particular importancia a «la representación del cóndor andino confeccionado preferentemente en lascas de jadeita y de serpentinita». Son estas piezas, de singular belleza, lo que le lleva a postular que La Hueca es una cultura nueva y diferente, y que proviene de la región ondina. Por contraste, el complejo cultural saladoide igneri tiene sus raíces en la cuenco del Orinoco en Venezuela.

En la exposición y el impreso que la acompaña se presentan estas conclusiones y algunos de los objetos rnateriales de La Hueca. Se trata de uno teoría completamente revolucionaria, que postula una interpretación totalmente nueva del desarrollo cultural indígena. Aparte de la riqueza y variedad de los amuletos de La Hueca, de la representación del llamado condor andino, el otro material arqueológico no está presentado con la claridad y fuerza suficiente como para comunicar y convencer al espectador.

Postular una nueva cultura, con una base en la región ondina, es un acto de valentía. Estoy segura que el arqueólogo Chanlatte tiene que tener mucha más información que le llevara a formular esa atrevida teoría. Pero la exposición y el impreso no lo comunican, estamos ante unas conclusiones. El proceso riguroso que llevo a las mismas no está presente por lo tanto, la teoría de la nuevo cultura de La Hueca no resulta convincente.

Creo que el problema fundamental reside en la organización de la exposición. Hubiese tenido que haber mucho más material de La Hueca, diagrarnas y explicaciones, listas de los rasgos culturales que lo definen y separan de la cultura igneri. Uno entiende que para el Congreso el centro quiero mostrar las piezas singulares que se han encontrado en sus excavaciones. Pero ese interés en mostrar lo mejor y más hermoso está reñido con lo imperioso necesidad de sustanciar esta revolucionaria teoría.

El revuelo que ha causado esta exposición va a servir de estímulo al análisis y publicación de importantes textos en torno a nuestra arqueología. La controversia puede ser muy saludable, y si resulta en la publicación de unos informes científicos de las excavaciones del centro, tanto mejor. En otros lugares del mundo los arqueólogos excavan dos años y están quince analizando y publicando los resultados del trabajo de campo. Si la controversia en torno a La Hueca produce los publicaciones científicas que desde hace cuarenta años no se producen en el país, pues enhorabuena.

Aparte de la controversia, el material es muy hermoso, y bien vale una visita al Museo de la Universidad