Comencé a tratar este escabroso tema en una columna anterior, motivada por el artículo de José Antonio Torres Martinó en la Revista El Sol. Torres Martinó define nuestro arte utilizando su temática como base para la identificación. El tema. o en su categoría más abarcador, el género, puede ser definitorio de ciertas escuelas de arte; en el siglo XVI1 en Holanda se desarrolló el género de las escenas de taberna como una manifestación autóctona. Ciertos géneros surgen o, más correctamente, se inventan a medida que va desarrollándose el arte de distintas escuelas. Los géneros artísticos pueden tener momentos de apogeo para luego ser relegados, y en ocasiones incluso desaparecen, como ha sucedido con el género mitológico o el religioso en nuestro siglo. La tesis de Torres Martinó tiene cierta viabilidad, pero tiende a dejar fuera el género abstracto y si se utiliza con una mira demasiado estricta, mucha otra pintura figurativa que no nos sirve para identificamos.
Recientemente releí la excelente monografía de Marta Traba Propuesta polémica sobre arte puertorriqueño en la cual. también se intenta una definición del arte puertorriqueño. Su tesis del arte de resisten-cia, que se aplica también a Hispanoamérica. establece que el auténtico arte puertorriqueño es aquél que obstinadamente se resiste a la asimilación cultural al arte norteamericano.
Este arte de resistencia es de carácter regionalista y, aunque refleje en gran medida el carácter de la región, nada tiene que ver con el falso indigenismo o folklorismo, Traba critica a los artistas del llamado “way out group” quienes imitan las corrientes de moda en las metrópolis, principalmente Nueva York, por considerar lo que hacen como una caricatura de esas manifestaciones.
La discusión de este tema en el libro de Marta Traba es esclarecedora. Sus argumentos son lúcidos y de gran validez. Su mayor escollo, al igual que el de Torres Martinó, es la obra de artistas serios que no sienten la necesidad de hacer un arte dramático de identificación nacional. Ambas interpretaciones no toman en consideración otro tipo de sensibilidad artística para la cual la confrontación y definición nacional puertorriqueña no es el factor más importante de la actividad creativa. Hay distintas maneras de reaccionar a la agresión cultural a la cual hemos sido sometidos en nuestra historia como colonia de Estados Unidos. Traba se ve obligada, por ejemplo, a dedicar un capítulo especial a Luis Hernández Cruz, a manera de. dispensa para hacer abstracto, género que aparenta a primera vista carecer de acentos regionales.
No cabe duda que el motor que genera estos acercamientos de Marta Traba y Torres Martinó es la precaria situación de nuestra cultura, la eterna amenaza de que ésta desaparezca y sea asimilada por los Estados Unidos. El problema de la identificación que está presente también en la Argentina y el Canadá asume un carácter de gran urgencia en Puerto Rico. Sin embargo, mi sentir es que se han desarrollado una serie de tradiciones artísticas en Puerto Rico que definen claramente nuestro arte. Algunas de éstas son: la importancia del cartel, el empleo de medios puros (versus el uso prevaleciente del medio mixto) en la gráfica¡ la qran importancia de la gráfica y su influencia sobre la pintura y la escultura¡ la relación íntima entre el arte y la literatura, el énfasis en el oficio (la creación de obras formal y técnicamente bien realizadas)¡ el empleo del barro como material escultórico: el carácter lírico y contemplativo de la abstracción¡ la búsqueda de la identidad como motor y tema.
Esta lista parcial agrupa desarrollos históricos, aspectos técnicos y características formales. Es una amalgama de muchas cosas y viene a resultar más bien como un compendio ecléctico. Quizás el intento de resumen sea prematuro cuando todavía nos queda mucho por estudiar de lo que ha sucedido en las últimas cuatro décadas. Me propongo darle un poco de carne a esa escueta lista porque quizás sirva para despejar el aire o tal vez pueda convertirse en otra piedrita en la muralla de nuestro arte nacional.