La Asociación de Maestros ha dedicado un número especial de su revista El Sola las artes plásticas de Puerto Rico. La publicación. a cargo de la editora invitada Diana Cuevas, recoge 10 artículos sobre el tema y reproduce una entrevista a Lorenzo Homar sobre la serigrafía publicada en el catálogo de su retrospectiva. Con varias reproducciones a color y un buen número a blanco y negro, representa una iniciativa laudable de la Asociación de Maestros.

Leer los ensayos suscitó en mí una serie de interrogaciones sobre la naturaleza y. definición del arte contemporáneo de ‘ Puerto Rico que quisiera compartir con los lectores. Dentro de 9 años vamos a cumplir 500 años de historia como pueblo. El desarrollo de las artes plásticas en esos 500 años ha sido fragmentario, pero lo mismo puede decirse del arte en Francia o Inglaterra. No existe un país en el cual el desarrollo de las artes sea continuo y de calidad. Se trata siempre de brotes esporádicos de creatividad que se dan dentro de condiciones muy especiales. Entonces los artistas de esa localidad logran crear unas obras extraordinarias para el disfrute del resto. Luego esos creadores mueren, se mudan del lugar, pasan mil cosos y la actividad creadora superior desaparece. Ese carácter fragmentario de la creación artística es un fenómeno corriente en Puerto Rico, esto, sin embargo, se interpreta como otro indicio de nuestra supuesto inferioridad cultural.

Hemos tenido, y seguimos teniendo, uno de esos brotes de expresión creadora que ya va entrando en su cuarta década. A pesar de esto, muchos los que se cuestionan si existe tal cosa como un arte puertorriqueño.  No empece los premios y reconocimientos que nuestros artistas se han merecido a nivel internacional, sobran los que por ignorancia o mala fe, se empeñenen restarle valor a sus logros. Además de ser un empeño, tan típico del colonizado, dedevaluar lo propio se plantean también otras consideraciones que están presentes en el arte puertorriqueño desde José Campeche y Francisco Oller: ¿Cuál es la relación del arte en centros provincianos, como San Juan, con el de las grandes metrópolis? ¿Cómo se relaciona la creación artística con el ambiente o lugar de donde proviene el artista? ¿Cómo se definen lasescuelas regionales? ¿Cuán viables son éstas en el siglo 20? En el fondo, muchas de estas preguntas giran en torno a la identidad, la eterna interrogante de Puerto Rico.

En nuestro ambiente artístico se plantea constantemente el dilema entre lo nacional puertorriqueño y lo transnacional, y en el’ proceso se cae inevitablemente en consideraciones de carácter político. Lo incómodo de nuestro ambiente de tribus partidistas no ayuda en nada a la discusión racional de estas cuestiones (sobre todo en años de elecciones). Sin embargo, es imprescindible recordar que estas interrogantes no se dan exclusivamente en nuestro siglo, se trata de un problema que ha plagado a los artistas de siempre. En el siglo 17 cuando Juan Lorenzo Bernini viajó a Francia invitado por el rey Luis XIV, los artistas franceses resistieron la acogida que se le dio y sabotearon sus proyectos. Ninguno se llegóa realizar y sólo existen en bocetos y modelos. Los ataques a Bernini, los chismes que suscitó la visita del genio italiano a la corte francesa, mucho se parecen a lo que se escucha por aquí. También entonces se planteó lo del arte occidental francés versus lo importado de Italia que en aquella época aspiraba a convertirse en «universal» y se consideraba «superior».

La agria polémica entre los muralistas mexicanos y artistas como Rufino Tamayo y Carlos Mérida giraba en torno a la pregunta de si el arte comprometido con la realidad de México era superior o más importante al arte más formalista o «universal». En Puerto Rico esta polémica se da en relación al arte abstracto, que por su naturaleza no tiene un contenido que se pueda identificar con nuestra realidad inmediata. Pero esta polémica la podemos encontrar no sólo en San Juan sino también en Tokio, Buenos Aires o Sídney, Australia.

En su ensayo sobre la pintura en Puerto Rico en El Sol,Torres Martinó aborda el tema. Según él es la gráfica donde se da la expresión «más definitorio» del arte puertorriqueño, sobre todo en el cartel. Para Torres Martinó, la manera de realizar los carteles v su diseño, color y contenido «lo relaciona con esta parte del mundo». Finaliza diciendo «la pintura netamente puertorriqueña es la que sirve a los boricuas para reconocerse … El arte será puertorriqueño neta y plenamente cuando a través suyo logremos tomar posesión de Puerto Rico». Si mal no entiendo, el sentido que se comunica es que nuestra pintura es sólo parcialmente puertorriqueña, y lo que la define como tal está íntimamente ligado a su temática. Aunque ésta es una manera viable de identificar la pintura nuestra, es una definición que tiende a dejar fuera mucho de lo que se hace aquí. Mi sentir es que podemos definir el arte puertorriqueño en la persistencia de unas tradiciones, una de las cuales es la del cartel, y en un cierto acercamiento al acto creativo que espero seguir esbozando próximamente.