[ Grupo Manos: Jorge Cancio / John Balossi / Sylvia Blanco / Rosa M. De Castro / Ana Delia Rivera/ Maribel Suárez / Toni Hambleton / Cordelia Buitrago / Lorraine Enid / Gilda Navarra / Susana  Espinosa / Beba Pazmiño / Jaime Suárez ]

Una de las medallas de oro del Concurso Internazionale della Ceramica O’Arte en Faenza, Italia del 1979 correspondió a la puertorriqueña Ana Delia Rivera. La primera vez que una representación de Puerto Rico concurrió a este certamen internacional fue en 1975 con la participación de Jaime Suárez. ¿De dónde proviene Ana Delia  Rivera y el grupo de ceramistas que participó en Faenza representando a Puerto Rico? ¿Qué sucedió en ese corto plazo de cuatro años? ¿Cómo fue posible que se desarrollara en tan poco tiempo un movimiento artístico que iba a ganar prestigio internacional?

Si conocemos en más detalle la obra de Ana Delia  Rivera y sus circunstancias, la situación resulta asombrosa. Aunque tomó algunas clases de arte en sus estudios universitarios, Ana Delia  Rivera ha trabajado por muchos años de contable en el negocio de manufactura de maquinaria de café de su familia. Una especie de Kafka de la cerámica, hasta su contacto con el barro, su vida transcurre dentro de los linderos de lo que podemos llamar una existencia prosaica y «normal». Sin titubeos señala: «No me cuesta decirlo, lo que he hecho y lo que soy se lo debo a Manos». ¿Qué es el Grupo Manos a quien ésta artista atribuye su reconocimiento internacional?

Aunque la explicación no es sencilla, la clave descansa en la dinámica del Grupo Manos, su extraordinaria capacidad para fomentar la expresión creativa y en su actitud experimental hacia el barro y las técnicas de trabajarlo. Los logros de Manos tanto a nivel individual como colectivo resultan asombrosos si consideramos que el desarrollo de la cerámica artística en Puerto Rico es muy reciente. La tradición artesanal en cerámica no había sido muy vigorosa, y como señala Ricardo Alegría, prácticamente había desaparecido en el siglo 20. Además de la ausencia de una tradición continua, carecíamos de centros de enseñanza y de los recursos técnicos para el desarrollo de la cerámica artística. En 1971 se fundó una asociación de ceramistas, pero desafortunadamente su membrecía consistía mayormente de practicantes de «hobby ceramics». ¿Cómo fue posible que en ese ambiente poco propicio se desarrollara el Grupo Manos? Probablemente la ausencia de una tradición artesanal les permitió acercarse al barro con mayor libertad. Sin embargo, el aspecto más sobresaliente quizás lo constituye la dinámica de grupo que caracteriza a Manos. El grupo se constituye alrededor de los talleres de Jaime y Maribel Suárez donde se formaron la mayor parte de sus integrantes. Además de su función de maestros, Jaime y su madre, Maribel Suárez, ayudaron a establecer la dinámica de grupo que hace de Manos un fenómeno tan particular a nivel humano.

Manos es un grupo mayormente autodidacta, ninguno tiene la preparación formal de un ceramista. Jaime Suárez tomó un curso de cerámica durante sus estudios de arquitectura en los Estados Unidos. Maribel Suárez tomó clases de «hobby ceramics», Ia única opción en Puerto Rico en ese momento. Ambos trabajaban y experimentaban juntos en sus talleres de Caparra. Se fueron sumando discípulos entre vecinos y amigos. De maestros y discípulos se convirtieron en compañeros que compartían la información que les brindaban libros, revistas y la práctica constante.

«En esa época experimentábamos continuamente» dice Toni Hambleton, una de las integrantes del grupo, «en la euforia no queríamos ni dejar secar bien las piezas. En muchas ocasiones las piezas se nos agrietaban o explotaban en el horno». Fue esa actividad constante, ese proceso de experimentación intensivo lo que les permitió un desarrollo rápido que resultó en la alta calidad de la obra.

Durante esta etapa de experimentación imitaban lo que hacía Jaime Suárez, pero en la búsqueda y descubrimiento fue cada uno encontrando y desarrollando su propia expresión. La calidad de las obras del grupo nos muestra que del trabajo colectivo pueden surgir estilos individuales y de gran valor.

Este proceso de desarrollo artístico tiene sus precedentes en el Centro de Arte Puertorriqueño, en la década del ’50. El funcionamiento de este grupo fue similar: fue escuela, centro de trabajo y grupo de apoyo, además de generar proyectos creativos en los cuales se envolvían todos.

Uno de los elementos decisivos en el desarrollo de la dinámica del Grupo Manos y de su actitud experimental era el que se trataba de personas adultas, provenientes de diversos tipos de formación, y que no habían tenido entrenamiento formal en arte. El no estar en una escuela de arte, estudiando para convertirse en artistas quizás les facilitó el camino. Acudían al taller casualmente. Para algunos todo comenzó como una reunión social, una terapia, una manera de avivar viejas amistades que habían languidecido. De ese comienzo casual al trabajo serio y de calidad extraordinaria que logran al presente hubo un salto cualitativo. El agente catalítico de ese salto lo fue Jaime y Maribel Suárez con su entusiasmo, creatividad y dedicación. El barro y sus posibilidades creativas, se convirtió en un reto a la imaginación del grupo.

En sus comienzos el grupo tomó el nombre de Estudio Caparra, por el vecindario donde vivía la mayoría. Comenzaron a participar en exhibiciones de cerámica. Tenían dificultad con la clasificación de sus obras, ya que no caían dentro de las categorías tradicionales.

En uno de estos concursos la ceramista Susana Espinosa fue jurado y los premios que ella otorgó correspondieron a los miembros del Estudio Caparra, de cuya existencia no tenía conocimiento. «Fue una verdadera alegría encontrar aquellas piezas tan maravillosas. Sentí que algo comenzaba a suceder en la cerámica en Puerto Rico». Al año siguiente se repitió el mismo fenómeno. En esa ocasión el grupo se sentía más seguro de sí, se acercaron a Susana Espinosa, se conocieron y comenzaron a visitarse. Susana Espinosa trabajaba aislada en su estudio desde que llegó a la Isla de su Argentina natal.

El Estudio Caparra continuó trabajando como grupo; algunos miembros mostraban sus piezas individualmente en galerías de arte. En el 1973 tuvieron su primera exposición de conjunto que fue bien acogida por la crítica. Jaime Suárez y luego otros miembros del grupo comenzaron a participar en concursos fuera de la Isla. En el 1975 participó y ganó premio en Duluth, Minnesota, además de comparecer en Faenza, Italia. El mismo año sus piezas, y unas que sometió Susana Espinosa fueron seleccionadas por el jurado para formar parte de la exposición «Artesanías Contemporáneas de las Américas: 1975».

En el 1975 el grupo abrió la Galería Estudio Caparra en San Juan. El grupo fue adquiriendo renombre y sus obras comenzaron a formar parte de importantes colecciones privadas. En el 1977 el Centro de Convenciones del Condado les ofreció uno de sus locales. Trasladaron allí la galería, bajo el nuevo nombre Galería Manos.

La Galería Manos ejerció un enorme poder de atracción, a la vez que sirvió para darle estabilidad al grupo. En la Galería Manos el grupo Estudio Caparra amplió sus objetivos y promovió el desarrollo de otros medios. De la Liga de Estudiantes de Arte, donde Jaime Suárez comenzó a dar clases de cerámica en 1975, se incorporaron al grupo Cordelia Buitraqo, Jorge Cancio, Beba Pazmiño y Ana Delia Rivera. Atrajo la galería a artistas ya establecidos en otros medios como el escultor John Balossi y a artesanos interesados en explorar el barro con otras actitudes. Se hizo posible la integración de Susana Espinosa a éste dinámico grupo. El ambiente artístico de Puerto Rico fue influenciado por la Galería Manos, a través de ellos el barro ha sido aceptado como medio para la creación artística.

El Grupo Manos, brinda una nota de sobriedad y de esperanza al hacernos conscientes de lo cerca de nosotros que puede estar el proceso artístico. Se trata de personas como nosotros que pudieron dar el salto al sacrosanto mundo del arte. La calidad de la obra demuestra que desde cualquier punto de partida se puede llegar a hacer obras significativas, si se tiene talento y dedicación. De tímidos comienzos su envolvimiento los llevó a poder realizar las obras que les han merecido reconocimiento internacional. Su ejemplo nos alienta y nos hace pensar que el arte puede finalmente volver a ser nuestro.

Al examinar la producción del Grupo Manos nos impresiona la gran variedad de formas y maneras de abordar el proceso creativo, sorprendente además, si consideramos lo estrecha que ha sido siempre la relación entre los diferentes miembros del grupo. La mayor parte de las piezas son de construcción con plancha, aunque hay algunas en soga. El uso de esmaltes y engobes es limitado, se prefieren los óxidos y los efectos espontáneos de la reducción local. Las piezas han sido quemadas en oxidación utilizando horno eléctrico. Resulta sorprendente en términos técnicos y también estéticos los efectos tanto de color como de textura logrados por Manos, ya que la quemada en oxidación tiende a estar asociada con una terminación de color y textura uniforme.

En un buen número de obras el interés reside en la forma. Rosa de Castro utiliza el barro desnudo en Presión alada (fig. 37) y Forma fotuteada (fig. 36), que le da el característico efecto ahumado y color negro. La superficie densa y obscura lograda por la reducción ayuda a acentuar las formas. De un modo similar procede John Balossi en Cabeza del pasado (fig. 1) Y Caballo de fuego (fig. 3). En esta última pieza un baño de acrílico le añade tonos azulados y verdosos a la superfic

El interés en la belleza de las formas y el barro desnudo predomina así mismo en las obras de Cordelia Buitrago (figs. 31y 32). Sus esferas se vuelcan en caracol dentro de sí mismas. Evocan el comienzo de la vida, el útero, la gestación. Es el barro-tierra como metáfora de la vida.

Un número de artistas aplica óxido a la superficie para lograr efectos de color y textura. Gilda Navarra (fig. 44) trabaja el barro en planchas sumamente finas, que reciben brochazos sutiles de óxidos. En Agrietada (fig. 47) de Beba Paziño y Torso de Lorraine Enid el barro es modelado y agrietado y el uso de los óxidos acentúa las grietas y texturas. Toni Hambleton utiliza óxido en reducción local para crear el ahumado y los efectos espontáneos en las superficies. En Fósil de un molusco (fig. 20) y Falla ecológica (fig. 17) evoca la superficie de un meteoro, los cráteres de la luna, el paisaje de los primeros días de la creación. Muchas de sus obras son multicelulares (de más de una pieza). En ellas el espectador puede asumir un rol más activo cambiando la disposición de las piezas.

Ana Delia Rivera utiliza los óxidos de una forma más pictórica. Los colores creados por ellos se asoman tímidamente a la superficie, en ocasiones logrando cualidades de sfumato. Su uso es sutil y en ocasiones hace eco de las texturas del metal que generalmente integra en sus piezas (fig. 49, 51, 52, Y 53). En Cajas con ventanas (portada) el ahumado de la reducción parcial ha creado unos efectos dramáticos, a su vez supeditados al rojo brillante del metal. Para confeccionar sus obras Ana Delia Rivera parte de un objeto encontrado de metal al cual adiciona elementos de cerámica. En Paisaje azul (fig. 49), el metal sirve de marco para la cerámica, mientras que en otras piezas cerámica y metal se yuxtaponen y se complementan.

El uso del color sutilmente aplicado se puede apreciar también en Mi bosque al amanecer (fig. 34) de Jorge Cancio. En esta obra el color se aplicó utilizando brocha de aire sobre un barro muy pulido. Aún cuando el terminado es mate, algunos colores parecen iridiscentes. Un efecto similar logró Maribel Suárez en Batuta y Aro. El cilindro de superficie lisa se obtuvo forzando el barro a través de un extructor, mientras que los colores evidencian el control del artista en el uso de los esmaltes quemados a temperaturas medianas.

Las formas circulares predominan en las obras de Sylvia Blanco y generalmente el paisaje es su punto de partida. Las texturas de las piezas, al igual que los óxidos, engobes y esmaltes se utilizan para evocar o representar los elementos de ese paisaje (fig. 6 Y 7). En Lluvia mercurial (fig. 8) las texturas ásperas del barro coexisten con los acabados lisos del esmalte, y la superficie se quiebra como por fuerzas internas. A la vez fuertes y delicadas, recias y frágiles, suaves y ásperas, de lejos y de cerca nos atrae su monumental y poderosa presencia.

En las obras de Susana Espinosa sobresale el dominio de la cerámica, la integración de texturas, forma y color en una técnica excelente. En Cirrus 11 (fig. 12) las texturas se logran utilizando incrustaciones de barro, óxidos, engobes y barro superpuesto. Las extraordinarias texturas y los colores de Tejido (fig. 15) se logran con engobes, y el barro se sobrepone en tiras ondulantes sobre la forma clásica del paralelepípedo para crear un efecto hermosamente erótico y táctil.

Lo que más nos mueve de la obra de esta artista son sus figuras (figs. 13 y 14). Las mujeres de Susana Espinosa son personajes de los cuentos de Jorge Luis Borges y de las películas de Leopoldo Torre Nilson- altivas y arrogantes, desconocen lo patéticamente ridículas que son. Son las sofisticadas mujeres de un Buenos Aires con sus ojos puestos en Paris. Por otro lado, y aunque con una intención muy de nuestra época, son parte de la milenaria tradición del Nuevo Mundo de hacer figuras en cerámica.

En la mayoría de las obras del Grupo Manos la forma es el vehículo de expresión, mientras que en Jaime Suárez, la expresión se da en la manipulación del material- Es en su obra donde encontramos el uso más dramático del barro. El paisaje es el punto de partida de su obra, pero es el paisaje en deterioro, la huella negativa del hombre por mar y tierra. Su tratamiento del barro puede ser violento, obligando al material a agrietarse y quebrarse para expresar el sentido del paisaje torturado por el hombre.

«Establezco un diálogo con el barro», nos dice, «Tomo en consideración lo que el barro quiere o puede hacer, sin imponer mi voluntad sobre el material. Trabajo con el barro que me ayuda a lograr lo que quiero hacer». Efectivamente, en manos de Jaime Suárez el barro evoca el mar, las construcciones del hombre, y la destrucción del paisaje. En Gestación (fig. 28) la esfera es el útero corroído que en sus entrañas lleva otra esfera también en proceso de deterioro. Cruciforme (fig. 26) es un desarrollo de sus placas-murales cuyo tema es el paisaje. Se adiciona un madero encontrado para formar una cruz, haciendo alusión a la crucifixión del paisaje,

En el proceso de trabajar el barro hasta llevarlo a sus límites, Jaime Suárez desarrolla una nueva forma de arte – la barrografía. Esta es una impresión sobre papel u otro material de una plancha de barro. La plancha se prepara y se le hace un diseño con óxidos, barro en polvo y esgrafiado. La cantidad de agua sobre la superficie de la plancha y la presión que se hace al imprimirla determina la calidad de la obra. Luego de hecha la impresión, el artista quema parte del papel. En Cascada de marrones se aprecia la variedad de texturas que se logran, además del uso efectivo del ahumado y el control del fuego en la obra. Mantón para otro verde (fíg. 24) combina barrografía con madera encontrada y cordel. Se puede apreciar las tonalidades del barro, el uso de los óxidos y la integración del borde del papel quemado al diseño y color.

El punto de partida de la obra de Jaime Suárez es el paisaje, pero el paisaje en deterioro. El barro no deja nunca de ser la tierra, y a través de su obra el artista expresa el maltrato del hombre a esa tierra, su paso aniquilador, representado también por el uso del fuego que termina destruyendo parte de la obra creativa de ese mismo hombre. Sus paisajes nos traen a la conciencia el bello abanico de mar que va a desaparecer porque se ha convertido en «souvenir» y se vende a buen precio. El mogote que se destruye para darle paso a la nueva urbanización o que va a morir hecho relleno en la última carretera. Es el barro maltratado, agrietado, tirado con fuerza, que con su semblante agónico nos recuerda lo que le estamos haciendo a esta tierra.