[ Reseña de la exposición de José Rosa / El Mundo / 14 enero de 1983 ]

El uso de la palabra escrita en la obra de José Rosa proviee inicialmente de su trabajo como diseñador de carteles. Rosa se entrenó bajo Lorenzo Homar en los talleres gráficos del Instituto de Cultura Puertorriqueña, donde hoy se desempeña como director. Entonces, como ahora, los talleres se dedican mayormente al diseño e impresión de carteles serigráficos.

En sus primeras obras serigráficas, “Exposición Acuña”, la palabra integra al diseño pictórico. Este uso de la leyenda se observa también en sus carteles más recientes. Sin embargo, en otras de sus obras Rosa hace uso diferente de la palabra escrita que le ha dado a su obra un carácter muy especial y sobre el cual vamos a hacer algunas observaciones.

El aspecto más innovador e impactante en la gráfica de José es el uso de la palabra escrita como un componente integral del diseño. Ya en “Tres botellas” y “El encuentro” manifiestan esta tendencia. En estas obras el texto invade el campo de la representación  y se incorpóra como elemento clarificador a la vez que en términos de diseño acentúa  el movimiento y la organización de los elementos de la estampa.

Pero es el cartel “Centenario de la abolición de la esclavitud” (1973) y la serigrafía “1873- 1973” donde el uso de las letras aparece más claramente unificador e indispensable del diseño. En estas dos obras la palabra escrita tiene una ‘interesante relación fondo/figura con los puños encadenados que son el otro elemento pictórico en ambas obras. Por un lado la palabra, escrita forma una especie de madeja o encaje de fondo de donde emergen los puños.

Sin embargo, a través del color, diseño y disposición, el artista ha resaltado algunas palabras que emergen del fondo y en ocasiones desplazan a los puños como elemento central de la estampa;  el ojo, a su vez, siguiendo el curso natural de nuestro acondicionamiento, nos lleva a leer la leyenda.

La relación en estas dos obras entre leyenda e imagen es dinámica, y continuamente pasamos de un elemento al otro dentro de la misma. Por otro lado, la disposición de la leyenda en la estampa es sumamente compleja, de manera que el artista obliga al espectador a recorrer todo el espacio pictórico.

A partir de estas dos serigrafías, José Rosa ha producido un grupo de obras en las que combina, de diversas formas, la palabra escrita y la imagen, variando la tensión entre ambos elementos, pero manteniendo el juego de fondo/figura. En algunas como “Virgen de la Monserrate” y “La enredadera”, la palabra escrita pasa a un plano subordinado. El uso de un color uniforme en estos casos es determinante  en la subordinación de la palabra a la imagen.

Otra de las tendencias formales en la obra de José es el “horror  vacui”, la tendencia a empapelar toda la superficie de motivos pictóricos. En muchas obras, cuando no hace’ uso de las letras como elemento formal, llena las superficies de  formas geométricas que recuerdan algunos motivos del arte africano, El uso de estos motivos geométricos antecede su uso de las letras como elemento formal, Las variadas soluciones a la relación fondo/figura y la tensión que se crea en su obra a través del empleo de la palabra escrita acusa una organización del diseño altamente sofisticada y, en un gran número de casos, el resultado es francamente excelente.

En términos de contenido, aunque no hemos hecho un estudio completo de lo que dicen estas leyendas y de la relación de la mismas con la figura, podemos hacer unos comentarios generales.

En primer lugar, como han señalado otros, las leyendas que José Rosa incluye en sus obras son, en su mayoría de origen popular. Recoge graffiti, refranes, rótulos callejeros, letras de canciones, en casi todas las ocasiones salpicados de una nota de eso que los puertorriqueños llamamos el “relajo”.

Por otro lado, la inclusión de estas leyendas y los temas de su obra gráfica han dado a la obra de José Rosa mayor acceso al público. Uno de los problemas del arte del Siglo 20 es su desplazamíento y enajenación de las masas,  la falta de comunicación entre el artista y el pueblo. Esa brecha, que, en el caso de algunos artistas es un abismo infranqueable, no existe en la obra de José Rosa.