[ Actos compulsivos, Arnaldo Roche en el Museo de Arte de Ponce / El Reportero / Sábado, 14 de julio, 1984 ]
Esta noche obre en Ponce Actos Compulsivos, una asombrosa muestra de obras en varios medios de Arnaldo Roche. Uso el término porque mi reacción ante las obras fue de asombro, ante su fuerza, su calidad, su vehemencia. Un compañero crítico me ha planteado que reseñar las exposiciones del Museo, representa un conflicto de intereses para mí. Para obviarlo (él tiene razón, lo que hago, generalmente, es entrevistar al artista. Pero ¡son tan raras las exposiciones de este calibre! Ante la obra de Roche es imposible callar, inhibirse, sería absurdo dejar de escribir.
La muestra incluye obras desde 1981 hasta el presente. Las primeras, una serie de autorretratos en medio mixto (lápiz, pastel, carboncillo, óleo), constituyen por sí solas un poderoso pronunciamiento tanto a nivel conceptual como técnico. Tienen como punto. de partida la proyección de diapositivas del rostro del artista sobre papel. A partir de esa imagen de luz, Roche descompone, distorsiona, elabora la imagen concreta que resulta en todos los casos obsesionante. En La quema la imagen múltiple es el recurso principal; en las otras, un variado uso de la línea, del enfoque, del color son empleados para crear las poderosas efigies. La intensidad de la expresión, la escala heroica, el virtuosismo de la ejecución, todos los elementos funcionan al unísono en estas memorables imágenes.
En los dibujos a carboncillo Roche desarrolla un acercamiento innovativo al medio. Para realizar/os cubrió los cuerpos de los modelos con papel y dibujó encima directamente. Las imágenes son múltiples, creando una efectiva tensión entre lo reconocible de la anatomía y la totalidad de la forma. Aunque el mecanismo esencial consiste en frotar para ir revelando la forma pulsante bajo el papel, nunca se trata de un mero calco. El proceso está cuidadosamente controlado por el artista, no hay accidentes, impera el rigor.
La muestra incluye también ocho xilografías de una figura’ masculina de espaldas al espectador. Está basada en una serie de imponentes dibujos que realizara el artista al óleo y pastel sobre ese tema. La fuerza del trazo en aquella serie se transforma en el agudo y nítido corte del cuchillo en la madera. Roche no hace edición de esta plancha, con ella realiza una serie de monotipos en diversas combinaciones de color. Advertimos en esto, al igual que en los dibujos y autorretratos lo actitud del artista de emplear los medios y recursos de una manera diferente, innovativa. Pero la innovación en Roche no es un fin en sí mismo, sino un mecanismo para extraerle lo máximo a esos medios, transformarlos, obligarlos a servir los propósitos expresivos del artista.
En las pinturas se aprecia el manejo extraordinario del color en Roche. En su realización el artista también frota objetos y modelo a través de la tela. En los ensayos del catálogo, el crítico de arte de Chicago, Gregory Knight, y el Profesor Enrique García Gutiérrez analizan las implicaciones estéticas y filosóficas de esta lea manera de acometer el dibujo y la pintura: el ritual de la factura, el contacto íntimo entre artista y modelo, el arte de acción (“performance art”) de Roche.
El proceso, de por sí interesante, es empleado por Roche para lograr imágenes a la vez de fuerte presencia y de contornos imprecisos. En algunas obras (La pared y los sentidos, Sometimiento) la figura es frontal y hierático. En otras posteriores Roche coloca la figura en interiores rodeados de objetos cotidianos: platos, sillas, alfombras, un televisor. Las variadas poses de las figuras a su vez imparten dramatismo a las obras. Los títulos de algunas obras-Sumisión en rojo, Sometimiento, Amando al que se rinde, Mendigando en mi propia casa– sugieren interpretaciones personales, sociales, políticas. Los objetos cotidianos incluidos dan otra clave; la riqueza de las obras invita al espectador a proyectar/su fantasía, así como el artista ha vertido la suya. En Mendigando en mi propia casa (donde el artista se ha utilizado a sí mismo como modelo, frotando su propio cuerpo, también en Yo estoy aquí, el color es muy hermoso. En esta obra el empaste prominente de la superficie contrasta efectivamente con el movimiento de la figura. La figura femenina de Compartiendo el nido está sentada en una silla, a manera de trono, en el centro de la composición. Múltiples objetos la rodean formando una especie de círculo que define ese reino doméstico. La ambigüedad del espacio, la definición múltiple de la figura y los objetos, de trazo a la vez fuerte que desdibujada, son las contradicciones que Roche maneja a perfección para crear la extraordinaria Imagen.
Es imposible decidir en cual de los medios se desempeña mejor el artista. Los controla todos; parece increíble que a los 28 años ya haya logrado obra de tal potencia. Roche ha tomado por sorpresa a Chicago, a pesar de haber ido allá como estudiante, de ser puertorriqueño, con su talento ha logrado derribar las murallas del prejuicio. No es para menos. Habría que ser ciego para no emocionarse ante estas obras. El viaje a Ponce a verla no dejará a nadie indiferente. Por el contrario, en mucho enriquecerá visual y emocionalmente al espectador.