[ Reseña para El Reportero / 15 de junio de1985 ]
El martes pasado la prensa anunciaba la buena nueva de que los tres cuadros de Oller robados del Ateneo habían sido recuperados. Pero la noticia destacaba también que las obras habían sido valoradas en $200,000, información que pone estas obras o cualquier pintura de Oller en riesgo: un poco como echarle leña al fuego después de haberlo apagado.
El robo del Ateneo en1980 se dio a los pocos días de haber salido en Claridad un artículo sobre el Museo de la Central que doña Isabel Cuchí estaba tratando de salvar. En el mismo se hablaba de que un Cezánne había sido subastado por $5 millones, que Oller había sido amigo de Cezánne y que para levantar fondos doña Isabel pensaba vender el Oller que tenía. Con esta venta iba a poder comprar la casa donde estaba el Museo ($150,000), arreglarla y mantener el Museo. No dudo que ese artículo fue lo que motivó el robo del Ateneo, ésa es la teoría de la compañera Haydée Venegas y creo que tiene la razón. Si con la venta de un Oller doña Isabel iba a realizar un cuarto de millón de dólares, 3 ó 4 cuadros robados del Ateneo (intentaron llevarse La escuela del maestro Rafael y sólo lograron rajarla), convertirían a los ladrones en millonarios.
Durante la exposición de Oller la gente se pasaba preguntando que cuánto valían las obras. Nunca dimos información alguna al respecto. Los visitantes al Museo de Arte de Ponce siempre preguntan cuál es el valor de las obras y nunca se les contesta: dar esa información es tentar al diablo. La primera medida de seguridad es el silencio, sobre todo cuando las obras se pueden cotizar en el mercado internacional del arte, cosa que no sucede con las obras de Oller o Campeche o ningún artista puertorriqueño.
La devolución de estos cuadros del Ateneo suscita la pregunta de su valor en el mercado. Dos de estas pinturas de Oller son obras de juventud, copias de dos Campeches desaparecidos. Por ambas razones tienen un gran valor histórico. Pero el valor histórico o estético de una obra en ocasiones nada tiene que ver con el valor del mercado. El valor económico de las obras de arte tiene que ver con la vieja regla de la oferta y la demanda, y esta última pata de la ecuación es muy débil en Puerto Rico. Por un lado las instituciones culturales, para las cuales estas obras son de gran importancia, no tienen poder adquisitivo, y por el otro a la gente de dinero del país no les ha picado el mosquito de la cultura. Como señalara el artista Antonio Martorell, lo gastan en yates y perros de raza. A ningún millonario puertorriqueño ni remotamente se le ocurriría adquirir tres cuadros de Oller. Y de comprar cuadros robados ni se diga, porque lo primero que la gente quiere hacer cuando gasta mucho dinero es dejárselo saber a raimundo y todo el mundo.
He visto muchos cuadros en colecciones particulares cuyos dueños interesan venderlos. En su gran mayoría se trata de obras en avanzado deterioro. Luego de haberlos maltratado por años, sus dueños piden cantidades asombrosas por lo que básicamente es una ruina. Si no consiguen ese precio, y ése tiende a ser el caso las más de las veces, me imagino que sencillamente las dejan perder. La mezcla de desidia codicia está dando al traste con nuestra herencia cultural.
El mercado internacional de arte responde a factores de especulación, acceso a los medios publicitarios y a la recia competencia entre museos particulares, colecciones nacionales y coleccionistas multimillonarios. Las intrigas y componendas son muy complejas y en muchos casos escandalosas. Los aspectos más repugnantes de ese mundo básicamente corrupto han sido la principal causa para el desarrollo en las últimas décadas de las vanguardias extremas que pretenden eliminar el objeto artístico. Pero la mezcla de mucho dinero, la manipulación de los medios noticiosos y el prestigio de las instituciones envueltas convierten las subastas de obras de arte en noticia internacional.
Los precios que se pagan son absurdos: $10.4 millones por un Van Gogh y cosas por el estilo. Esa información que se cuela a nivel popular hace que mucha gente en Puerto Rico que tiene cuadros de gran valor se sienta que éstos valen muchísimo dinero. Lo más terrible es que aun creyendo eso los maltratan y los dejan deteriorar. A muy poca gente se le ocurre regalarle esas obras a los museos de Puerto Rico; a pesar de todo lo que esperamos que el gobierno nos dé, somos muy mezquinos con las instituciones públicas. Para mí todas esas obras tienen un valor incalculable (pero los que creemos esto no tenemos dinero), aunque estoy convencida que ese valor cultural no se traduce a dólares y centavos. Eso por lo menos nos asegura de que los ladrones continuarán sus sórdidas hazañas pero sin volver a robarse cuadros. En esta ocasión el crimen no pagó.