[ Ensayo para el catálogo Jaime Suárez: Cerámica 1975-1985 / Museo de Arte de Ponce / Chase Manhattan Bank ]

La figura de Jaime Suárez ha significado una renovación dentro de la plástica contemporánea puertorriqueña. Sus poderosas creaciones en barro nos obligaron a descubrir las posibilidades expresivas de este material. Cabe destacar el papel fundamental que ha desempeñado en el desarrollo de un movimiento de ceramistas contemporáneos puertorriqueños. Jaime Suárez ha colaborado ampliamente con grupos de teatro, danza y mimodrama, como queda consignado en la cronología de este catálogo. Sus diseños de catálogos y del montaje de exposiciones han sentado pautas. Toda esta actividad creativa en diversos campos se conjuga con su formidable producción en barro, merecedora de un número de premios a nivel nacional e internacional. Estamos ante una particular voluntad creadora en la que convergen una actitud experimental con el rigor de un entrenamiento en arquitectura, su identificación y afirmación como artista puertorriqueño con el contacto con el arte internacional, su formación culta con un particular aprecio por las artesanías, su interés por adquirir mayores conocimientos técnicos con la busca de una expresión de lo fundamental en el barro. El arte de Jaime Suárez es una contribución importante a una toma de conciencia que no sólo incluye consideraciones estéticas y de los procesos del arte sino que se extiende a la vida misma, a nuestra identidad colectiva. La búsqueda de las raíces, de lo auténtico, la expresión de lo básico, que es indispensable en todo acto genuino de creación, en Puerto Rico se reviste de una particular urgencia. Como señalara la crítico de arte, Marta Traba, la cultura nuestra está en perpetuo estado de sitio ante la amenaza de la asimilación. No es exagerado señalar que el problema de la identidad es central al arte puertorriqueño. Jaime Suárez ha logrado una expresión sorprendente que representa tanto una original síntesis del proceso creativo y la expresión como una renovación radical de nuestro arte de afirmación nacional. Muy lejos, por cierto, del nacionalismo superficial que se afinca en la repetición manoseada de escenas costumbristas, de efigies de próceres, en la reiteración, fuera de contexto, del temario de la Generación del 50. A través de los años Jaime Suárez ha ido trabajando el barro hasta lograr una expresión de gran vitalidad y hermosura imbuida de profunda significación. Este camino lo ha llevado a las raíces mismas del arte: la magia y el ritual, al retorno de la expresión artística a su punto de origen, la esfera de lo sacramental. Encuentra en el barro, la tierra misma, la expresión de una visión radical tanto de la función del arte como de nuestra realidad. I. LOS COMIENZOS En 1975 se opera un cambio drástico en la producción artística de Jaime Suárez. Decide abandonar su trabajo en arquitectura para dedicar todo su tiempo a la cerámica. Su producción en barro sufre también un cambio radical: su obra anterior era de carácter tradicional/artesanal, realizaba imágenes del folklore de Puerto Rico dentro de un contexto contemporáneo. Su acercamiento a la cerámica entonces era parte de un proceso de rebeldía romántica, de regreso a la naturaleza, a un mundo más sencillo. Abandona su trabajo en la oficina de los arquitectos Toro y Ferrer y comienza a integrar a su producción en barro sus conocimientos de diseño, su formación de artista culto. Deja a un lado el acercamiento romántico artesanal para emplear el barro como su medio principal de expresión artística. La presente muestra documenta el desarrollo de ese nuevo lenguaje de formas. En ese proceso de cambio es fundamental el contacto con las posibilidades expresivas del material que le brinda la exposición In Praise of Hands la cual visita a finales de 1974. Allí se exhiben todo tipo de tendencias en la cerámica: desde tubos de desagüe hasta las sofisticadas creaciones de ceramistas como la venezolana Seka. En 1975 su obra es escogida para formar parte de la exposición Contemporary Crafts of the Americas. También participa por primera vez en el prestigioso concurso de Faenza, Italia: le interesa proyectarse a nivel internacional, formar parte del movimiento de renovación del antiguo arte de la cerámica. El contacto con la obra de otros creadores, con la discusión a nivel teórico y práctico que se da en el campo de la cerámica lo lleva a un proceso de reflexión. Percibe dos posibles acercamientos al material: utilizar el barro como un medio esencialmente pasivo, o dejar que el barro se manifieste, que sus propiedades intrínsecas formen parte de la obra. Opta por esta última: en su obra subsiguiente entabla un diálogo con el barro, una relación dialéctica con el medio para crear las obras que integran esta muestra. II. TEMAS Y GENEROS La obra de Jaime Suárez toma como punto de arranque los géneros tradicionales de la cerámica y la escultura: la vasija y el plato, la forma autónoma, el relieve y el mural. Suárez los convierte en vehículos de su expresión personal, los utiliza para hacer serios planteamientos en torno al ambiente, al paso del tiempo, a la huella del hombre. En las vasijas y platos el aspecto utilitario queda soslayado. La superficie es un campo para el desarrollo de texturas casi siempre rugosas que proscriben cualquier uso que no sea el contemplativo. Aunque el artista no le preocupa que éstos sean utilizados para fines prácticos, su carácter es esencialmente escultórico, como Pira. El aspecto de crudeza controlada es fundamental en este proceso de la renovación de los géneros tradicionales de la cerámica. Suárez arropa sus vasijas con fuertes texturas hasta convertidas en receptáculos de su expresión, siempre relacionada con la comunicación del proceso creación/destrucción. El mar es uno de los temas que ocupa al artista. Anterior a 1975 había trabajado la serie Moluscos, explorando sus formas concéntricas, además de otros temas marinos. Cuando regresa al tema del mar en las series Paisajes marinos y Naufragios ya la intención se ha transformado y las formas plantean la destrucción de la vida marina. Paisajes marinos recuerdan el abanico de mar, ahora casi desaparecido por el saqueo y la codicia. Los Naufragios aluden a la carcoma de barcos hundidos: es la revancha del mar sobre sus saqueadores. El paisaje es uno de los temas principales de Jaime Suárez. El barro de por sí implica la tierra, y para el cristianismo es el material del cual se crea al Hombre. En la serie de esculturas tridimensionales ¿Qué nos esconde el horizontes?, Paisaje y Vestigios de un paisaje verde, las formas evocan montañas; las superficies estriadas, las rasgaduras son elocuentes manifestaciones de la devastación de ese paisaje por la mano del hombre. Las placas relieves son el vehículo primordial para la expresión del paisaje en deterioro. Ya en Erosión de 1976 logra crear una potente imagen del desgaste de la tierra. Canto al deterioro, Paisaje y la serie que crípticamente denomina Círculo elaboran con distintos recursos el mismo tema. El proceso mismo de generación de la vida parece amenazado en Semillas: su rugosa superficie hace referencia a los fósiles, a la esterilidad. En Gestación (foto de portada) la esfera en deterioro es el útero que encierra otra esfera también en proceso de corrosión. Las obras que tratan el tema de la arquitectura, Vestigios de una arquitectura futura asimismo hacen referencia a los procesos de destrucción. Las piezas recuerdan tanto en su forma como en el tratamiento de la superficie las estructuras multipisos de la arquitectura moderna. Muros y Vasija con ventanas aluden también a la ruina de la ciudad. Son metáforas del abandono y la acción del tiempo y del hombre sobre el ambiente urbano. En su exploración del barro Suárez desarrolla un nuevo medio de expresión: la barrografía. La importancia de la gráfica dentro de nuestra plástica lo lleva a utilizar la plancha de barro para hacer impresiones sobre papel. Las múltiples formas que va desarrollando por medio de la barrografía y que destaca María Luisa Moreno en su ensayo, le permiten la manifestación sistemática de imágenes del deterioro, pero haciendo alusión a otra realidad. El barro es siempre la tierra, la manipulación del barro expresa uno de los temas centrales de la obra de Suárez, el maltrato a la tierra. El papel, por otro lado, es producto de la civilización del hombre, símbolo de la cultura. Suárez rasga el papel de sus barrografías, lo quema, lo dobla, lo enrolla, para expresar en este medio el deterioro de la civilización. La asombrosa serie de Vestimentas que desarrolla a partir de 1981, como una elaboración de los mantones en barrografía, es ia imagen de una cultura en ruinas, el despojo de un ritual abandonado. Incluso los severos murales arquitectónicos Canto al Sol y Paisaje geometrizado ejemplifican esta voluntad de crear imágenes de los procesos de destrucción. Todas las formas, géneros y temas que el artista trata existen en función de comunicar una extensa metáfora del deterioro. Su elocuente presencia denuncia estos procesos y la intención por parte del artista de conjurarlos. III. LA MANIPULACION DEL BARRO El acercamiento innovador, la actitud de experimentación con diversas técnicas y materiales caracteriza a Jaime Suárez. El desarrollo de sus formas resulta de una relación dialéctica con el material: su expresión se origina de un manejo muy particular .del barro. El cambio de enfoque que se opera en la obra de Jaime Suárez a partir de 1975 lo lleva a prescindir de los esmaltes, de todo lo que cubra el barro. El barro solo, desnudo, es el objeto de exploración del artista. En esas primeras piezas estira la plancha sobre barro seco para obligado a agrietarse. En Volantín los óxidos que aplica a la superficie no penetran la grieta, pero crean áreas de color que resaltan la superficie accidentada. Más tarde trabaja los óxidos en varias quemadas para que éstos acentúen aún más el carácter quebrado y desigual de las superficies. En la serie de los Paisajes marinos y Naufragios lanza el barro al suelo; el impacto lo obliga a estirarse de manera irregular, con profundas hendiduras que resalta con los óxidos. En este proceso el barro comienza a llenarse de incrustaciones. Además de la caolina y el barro seco se le adicionan pedazos de barro, piedras, el detritus del piso del estudio. Estira el barro sobre barro de otro color, como en Vestimenta, que también le resulta en un juego de relieves. Las ricas texturas que logra por medio de las incrustaciones, como en Cascada y toda la serie de Vestimentas resultan de ese proceso de manipulación del material. Otra estrategia empleada por Suárez para lograr la superficie carcomida es el empleo del vinagre, que crea una red de craqueladuras. El uso de óxidos sobre estas texturas acentúa su carácter rugoso. En ocasiones toda la superficie de la pieza está cubierta por estas texturas, como en Plato. En las vasijas del ’83 al presente las áreas tratadas con vinagre contrastan con otras texturas logradas a base del esgrafiado y del juego de los óxidos sobre la superficie. La estrategia más dramática en el manejo del barro es la de estirado y empujado para crear proyecciones. En Paisaje de 1975 empuja el barro desde atrás y luego rompe la placa en secciones de líneas irregulares. Un proceso similar se da en ¿Qué nos esconde el horizonte?: rasga el perfil y la forma misma de esta «montaña». En Erosión empuja el barro hasta romperlo para crear el relieve que evoca la configuración montañosa, lo arranca de manera abrupta, lo rompe y agrieta hasta lograr la potente imagen. En Paisaje el perfil es irregular, pero las rasgaduras son más controladas, mientras que en Círculo los dobleces del barro llegan a un frenesí de expresividad lograda también al tajear el barro y herido para crear profundas hendiduras. El desarrollo de la obra de Suárez en estos diez años es en el sentido de hacer un uso cada vez más sutil y controlado de esa violencia al barro para lograr obras que si bien mantienen un alto nivel de dramatismo comunican a la vez un control riguroso de los medios de esa expresión. Quema las piezas más de una vez hasta lograr los efectos en las superficies. En la Vasija alada de 1980 prescinde del esgrafiado y acentúa las hermosas texturas por medio de los óxidos, mientras que ese mismo año otras Vasijas aladas (Fig.27) se enriquecen mediante incrustaciones y caolina. El proceso no es lineal, emplea diversas técnicas a la vez, pero ya sea por medio de tajos, grietas, incrustaciones, óxidos o vinagre, el resultado es una superficie accidentada que comunica el paso del tiempo, la devastación, las fuerzas de la destrucción. El proceso mismo de manipular el material no es sólo cónsono a la expresión sino también manifestación de los conceptos que Suárez quiere comunicar. Como expresara el propio artista en la exposición del Grupo Manos de 1981: «La idea construcción-destrucción es método y concepto en mis obras. Método porque estas resultan de un maltrato literal del barro -tirado, golpeado, rajado, tajeado… y concepto el paralelo yo y mi barro/hombre y su mundo». IV. LO RITUAL En la obra más reciente de Jaime Suárez el tema del paisaje da paso a los implementos de la cultura: arquitectura, mantones, vasijas, vestimentas. Las tempranas construcciones con barrografías incluían colgantes, a manera de fetiches. Los primeros mantones que realizara en 1979, Ángel exterminador: Mantón ceremonial para Leticia del Rosario y Arcángel de destrucción: Mantón ceremonial para la AFAC fueron concebidos como vestimentas ceremoniales. El fetiche y la vestimenta ceremonial nos adentran en el mundo de la magia, de lo religioso, el origen mismo de la expresión artística. Pero este retorno a la función radical del arte es en función de la protesta del artista a la política cultural asimilista y anti-puertorriqueña del gobierno de aquel momento. El carácter solemne de estas creaciones evocaba tanto la mortaja como la vestimenta litúrgica. La referencia al mundo del ritual se da en el contexto contemporáneo del arte de protesta; el carácter shamanístico del arte se invoca para exorcizar los demonios del presente. Suárez llega a las raíces mismas del arte en la magia para darle contundencia a su expresión radical de lo contemporáneo. Si bien las vasijas de Jaime Suárez no tienen un carácter utilitario, su imponente forma nos remite a otro uso, el ceremonial. Los esgrafiados con que las trabaja, la corrosión que comunican sus texturas sugieren el desgaste del tiempo, los grafitti, el hongo, la carcoma. Pira hace referencia al ceremonial de la inmolación. La forma de media esfera muestra en su interior planos que parece se han ido rompiendo como por la acción de una fuerza corrosiva. Es la descomposición de un mundo antiguo y más sencillo, ahora desaparecido. Las vestimentas que comienza a realizar a partir de 1981 mantienen el carácter solemne de los mantones y aluden a las vestiduras ceremoniales. El borde inferior de las colgantes es de perfil semicircular, como las casullas de los sacerdotes. La frontalidad les confiere un aire hierático, sus ricas texturas sugieren la opulencia que forma parte del ritual religioso. Pero estas texturas aluden también al deterioro, los perfiles rasgados de la forma reiteran el concepto de la descomposición del mundo al que pertenece el ritual. Cuando retoma en Canto al Sol el tema de la arquitectura, hace más explícitos los planteamientos que se intuían en la temprana serie de los Vestigios. El perfil del mural es de estrictas líneas geométricas, con una curva que sugiere un sol ausente. Las líneas rectas recuerdan el trazo regular de nuestras ciudades, las formas hacen referencia a estructuras arquitectónicas -puertas, ventanas, casas, templos Maya. La superficie está trabajada con esgrafiados que sugieren diferentes tipos de escritura: símbolos matemáticos, la escritura de las computadoras, palabras, frases sueltas, letras garabateadas. El juego de los óxidos y la escritura comunican el proceso de abandono de la ciudad. Canto al Sol es la huella de una civilización perdida, irremisiblemente condenada al olvido. La escritura inconexa sobre su superficie recuerda los grafitti en los templos abandonados de los Maya, que repiten de manera rudimentaria las formas de un lenguaje escrito cuyo contenido ya no se entiende. A esa cultura perdida pertenecen las vasijas ceremoniales, las vestimentas, los mantones. De ella sólo han quedado los despojos de un ceremonial abandonado. La obra de Jaime Suárez es producto de poderosas tensiones: el maltrato literal del barro y el acercamiento experimental se combinan con un diseño impecable, de proporciones clásicas y el control riguroso de la forma. El carácter espontáneo y la libertad que comunican sus creaciones, que incluye la expresión del gesto y del proceso de realización, van acompañados de la meticulosidad y sentido de oficio que Suárez hereda de nuestra tradición plástica. La creación artística, que implica dar vida, expresa de manera elocuente la ruina, el despojo, primero del paisaje y luego de la cultura. Emplea el ritual y la magia, raíces del arte en las sociedades primitivas para hacer un radical planteamiento sobre el presente. El arte de Jaime Suárez nos remite a los procesos elementales de la creación y la destrucción, a la eterna oposición del Eros y el Thanatos. Su obra nos habla del potencial aniquilador del hombre, su capacidad para destruir el ambiente, el mar, la tierra, y finalmente su propia civilización. Su expresión es la alegoría de un Puerto Rico empeñado en destruir sus raíces, en renegar de su identidad para acabar por desaparecer. Suárez nos confronta con esta imagen terrible a través de la ruina de una civilización que termina siendo la nuestra. La capacidad para conmovemos encierra la esperanza radical de transformar esa realidad.