[ LA REVISTA del Centro de estudios avanzados de Puerto Rico y el Caribe / julio-diciembre, 1985 ]

Al discutir la obra de Carlos Irizarry en su importante monografía Propuesta polémica sobre arte puertorriqueño Marta Traba lo coloca dentro del grupo de artistas «way out» junto con Domingo López y Rafael Ferrer. Rechaza la obra de todos por parecerle una caricatura de las vanguardias internacionales. A diferencia de los otros, para Traba Irizarry «resulta ‘comprometido’ con las fotos de Vietnam que ya nos tienen verdaderamente excedidos…[que] producen al final un manoseo irreverente de causas tan dramáticas». Pero la crítica de Traba a Irizarry se centra más que en contenido, en la utilización de los medios de reproducción mecánica; ve como negativo en Irizarry el aspecto técnico de la realización de sus obras, que para Traba no hacen sentido dentro de la «arcaica realidad puertorriqueña». Fue profética la inclusión de Irizarry dentro de este grupo, que recoge los artistas más rebeldes de ese momento. La fuerza de la rebeldía creativa de Ferrer terminó por asegurarle un sitial prominente dentro de los movimientos anti-establishment a nivel internacional. La evolución de la rebeldía de Irizarry por otro lado ha resultado en el desarrollo de un tipo de happening o «performance art». Introduce en Puerto Rico una nueva modalidad del arte de protesta que envuelve el ser protagonista de eventos de carácter político que implican su vida personal. Estos van más allá de la producción de obras dentro de la rica tradición de arte de protesta puertorriqueña comenzada por Francisco Oller con El Velorio y a la cual Irizarry también ha aportado significativas imágenes. El primero de estos actos fue la entrada formal de Irizarry a las filas del Partido Popular en 1976. Los artistas nuestros han sido en su inmensa mayoría partidarios de la independencia; aunque muy pocos han militado abiertamente en partido alguno, es tradicional su apoyo moral y material a la causa de la independencia. La «entrada» de Irizarry al PPD causó sensación y desasosiego dentro de la comunidad artística. Sus declaraciones en apoyo a la autonomía y su exhortación a que otros artistas se le unieran tuvo un efecto explosivo, ya que no se trataba de la maniobra de un artista mediocre en busca de reconocimiento. Su próximo acto político no fue menos dramático: en ese mismo año amenazó volar al Presidente de los Estados Unidos Gerald Ford cuando éste llegara a Puerto Rico a participar en una Conferencia Cumbre de los súper poderes. Las dos acciones parecen mutuamente exclusivas, un acto de terrorismo político para dramatizar su repudio al colonialismo norteamericano y un acto de hacer ingreso para un independentista como Irizarry al partido político del status quo colonial. Por sus declaraciones en relación a la visita de Ford a Puerto Rico Irizarry fue acusado y enjuiciado en el Tribunal federal de los Estados Unidos en San Juan. Su defensa planteó que se trataba de una obra de arte conceptual cuyo contenido era político. El artista salió absuelto. Para esta época Irizarry realizó un retrato de Luis Muñoz Marín que formó parte de la Muestra Nacional de Pintura y Escultura en el Convento de los Dominicos del Instituto de Cultura Puertorriqueña. La obra, que recoge con la técnica del montaje fotográfico imágenes del líder máximo del PPD fue vandalizada en el curso de la exposición. La más dramática acción de Irizarry, ciertamente por sus resultados, fue su amenaza de volar un avión de la ruta San Juan – Nueva York como protesta por la situación colonial de Puerto Rico. Los preparativos que realizó fueron más complejos, sugiriendo un mayor refinamiento en cuanto al acto se refiere. El juicio respecto a esta acción se celebró en la ciudad de Nueva York, donde el juez no aceptó la defensa del artista de que se trataba de una obra de arte conceptual. Las muy reales bombas del grupo puertorriqueño de la FALN y la dificultad para un norteamericano en aceptar que un puertorriqueño pueda ser un artista de vanguardia no permitieron al magistrado que entendió en el caso aceptar la defensa de arte conceptual presentada por Irizarry. El resultado fue una condena a 6 años de prisión en los Estados Unidos, de los cuales el artista cumplió 4, saliendo en libertad para el 1983. La irónica historia hubiera pasado a ser otro incidente dentro del desarrollo del independentismo en Puerto Rico si esos años en reclusión hubieran afectado negativamente el arte de Carlos Irizarry. El efecto fue otro: desde la cárcel el artista produjo una serie de obras de una fuerza y calidad que por mucho supera casi toda su producción anterior. La política se convirtió en el temario fundamental de sus potentes creaciones el resultado de la épica personal son unas memorables imágenes de nuestra realidad política. Anterior a todo este desarrollo es su magistral gráfica Transculturación del puertorriqueño donde Irizarry tomó la imagen central de El pan nuestro de cada día de Ramón Frade -el jíbaro con el racimo de plátanos- y lo trabajó en tres versiones; en la última la figura se ha convertido en un descarnado espectro, cercano a un crucificado. La gráfica funciona como metáfora de la pérdida de nuestra humanidad que conlleva el proceso de asimilación y transculturación. Las obras realizadas en prisión apelan a otro nivel de nuestra conciencia de pueblo, exaltan los hechos y los personajes que han realizado acciones en pro de la independencia y de la identidad puertorriqueña. Aún en prisión Irizarry expuso algunas de estas obras en el Taller Galería Andrés en diciembre de 1979. Una de las más dramáticas es el polidíptico de la líder nacionalista Lolita Lebrón. Irizarry emplea efectivamente el espacio que separa los componentes deja totalidad de la imagen: estos ayudan a darle más fuerza a la figura, que parece querer irrumpir por su dramática expresión, de los confines de la pintura. En El jíbaro y el gigante y Pitirre II trata el tema de la desigual lucha entre los puertorriqueños y los Estados Unidos. Pitirre II incluye recortes de periódicos de la acción del grupo guerrillero Macheteros al volar los aviones de la Guardia Nacional de los Estados U nidos en la Base Aérea Muñiz en Carolina. En El jíbaro y el gigante toma otra figura de Frade; de pequeña escala, el jíbaro con una onda en la mano se recuesta de una enorme águila muerta cuyo cuerpo domina la composición, en esta transposición criolla de la historia de David y Goliat. La valentía del pitirre, el valor de David los convierte Irizarry en emblemas de la independencia de Puerto Rico, logrando darle una poderosa forma visual a esta desigual contienda, en la cual los más pequeños son los vencedores. Al recobrar su libertad Irizarry realiza otra exposición de gran impacto: Arte política y números en el Museo de Bellas Artes. Entre las obras que tratan el tema de la política se destaca la serie sobre Villa Sin Miedo. Aquí el artista emplea de forma magistral los diferentes niveles de ilusionismo pictórico y «realidad» a la vez que hace referencia a la más importante obra política de nuestro siglo, la Guernica de Picasso. En otras obras hace explícita su relación con las artes, notablemente en los retratos homenajes a los pintores Rafael Tufiño y Carlos Raquel Rivera. Este último muestra los complejos efectos que Irizarry logra a través del empleo efectivo de varios medios y es a la vez una muestra de la afinidad que existe entre la prodigiosa imaginación de Rivera a la cual se acerca, en otro contexto y lenguaje formal, lo mejor del arte de Irizarry. Si bien el artista nos ha acostumbrado a las más insólitas combinaciones de su arte con la política, nada de su producción anterior nos había preparado para la obra que versa sobre los «números»: Infinito: Carlos Marx. Se trata de una monumental instalación que recoge varios dibujos de Marx sobre papeles de cómputos numéricos y un libro de fórmulas matemáticas que Irizarry había trabajado en prisión como parte de un plan para el desarrollo de la economía de Puerto Rico. La obra, de dimensiones heroicas, es extraordinaria tanto a nivel conceptual como plástico. En ella emplea diversos medios, niveles de comunicación, combina la economía con el arte, el dibujo con la caligrafía, el uso del espejo, de la reiterada pero cambiante faz de Marx para crear un ambiente y un impacto tan contundente en el espectador como lo fueron sus anteriores actuaciones políticas. Estoy segura de que si Marta Traba estuviera viva sería la primera en destacar la fuerza y la fértil imaginación en la actual obra de Carlos Irizarry.